Un Sábado en
el Pocito
En la casa de
la esquina
tumbado en el mecedor
la postura peregrina,
cuchicheaba un señor.
La página de
papel
desnuda de todo trazo
de la rodilla el mantel,
descansaba en su regazo.
La barra de
más abajo
con amigos se llenaba
copas, dominó y relajo
y un sonero que soneaba.
Es sábado en
la Borinquen,
una conga pa' que pulse
al ritmo de los que afinquen
el ron del Pocito Dulce.
El dominó fue
marcando
de la fiesta lo mejor.
Carlitos, Mario y Orlando
retaron al ganador.
Comenzaron la
partida
Cardona, Chú, Luís y Nano
y un chuchazo, revalida,
para terminar la mano.
Ochenta y
cinco a doscientos...
¡Hay tan solo un ganador!
y abandonan los asientos
todo el que fue perdedor.
De nalgas en
una silla
Mario puso el posterior
alegando de boquilla
que tenía el retador.
Los amigos
concedieron
predispuestos a esperar,
mientras todos advirtieron
¿con quién?.. va Mario a jugar.
Esta mano es solo mía,
¡doble seis, rueguen a Dios!
Si la silla está vacía,
¡yo la juego por los dos!
Desde la silla
vacía,
ante el asombro de todos,
las fichas, ¡huy, brujería!,
jugaron hasta los codos.
Ochenta y
cinco a doscientos...
¡Hay tan sólo un perdedor!
A Mario, sin argumentos,
lo declaran ganador.
En la casa de la esquina
tumbado en el mecedor,
la muerte de concubina,
descansaba aquel señor.
La página que
yacía
descansando en su regazo
de la mesa describía
las jugadas paso a paso.
Nadie sabe si
es un mito
o aquel viejo se jugó
esa tarde en EL Pocito
¡su postrero Dominó!
por José Vidal
- Pepín 2007 ©
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