VIENTOS ALISIOS (2009)

Casa Editora: Los Libros de la Iguana

 

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Todo el dinero que se recoja es donado al 2ndo Festival Internacional de Poesía en Puerto Rico (FIPPR) a

celebrarse del 26 de octubre al 30 de octubre de 2009.

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Doctor Marcelino Canino Salgado

 

Marcelino Juan Canino Salgado, nació en Dorado, el día 17 de junio de 1942, hijo de don Marcelino Canino Canino y doña Magdalena Salgado Nevárez. Estudió los grados primarios en la Escuela Jacinto López Martínez y en la Segunda Unidad de Maguayo. Cursó la Escuela Intermedia y la Superior en la José Nevárez Landrón, de Toa Baja. Muy joven ingresó a la Universidad de Puerto Rico donde completó su Bachillerato en Artes Liberales en 1963. Más tarde completó sus estudios de Master of Arts, graduándose en 1965. Posee dos Doctorados, uno de la Universidad Complutense de Madrid, especializado en Filología Románica y otro de la Universidad de Puerto Rico, en Filosofía con especialidad en Lenguas y Literaturas Hispánicas. Desde 1963 fue profesor en la Universidad de Puerto Rico, donde se destacó por su versatilidad intelectual, ya que es lingüista, folklorista, etnomusicólogo, etnógrafo de la cultura, historiador y crítico literario. Está considerado como el mejor estudioso e investigador del Folklore Puertorriqueño. Es, por otro lado, un extraordinario conferenciante. En 1975-76 fue invitado como Profesor Visitantes a la Universidad de Yale; igualmente ha sido conferenciante en las universidades de Boston y Amherst, Mass. El doctor Canino es académico de número de la Academia de Artes y Ciencias de Puerto Rico, Asesor de materias folklóricas de Instituto de Cultura Puertorriqueña, Catedrático del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe, Vicepresidente de la Sección de Antropología de la Comisión para la Celebración del Quinto Centenario del Descubrimiento de Puerto Rico, Ex-Presidente de la Sociedad de Autores Puertorriqueños y miembro de diversos organismos cívicos y culturales del país. El día 4 de septiembre de 1987 el Gobierno Municipal de Dorado, a través de su alcalde Honorable Carlos A. López Rivera, le confirió el título y distinción de “Hijo Ilustre del Dorado”. Se jubiló del Departamento de Estudios Hispánicos de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras.

 

Reseña:

Los céfiros resignados en el poemario Vientos alisios de

José Antonio Vidal [1]

 

Por: Marcelino Canino Salgado

 

Platón sembró en el hombre occidental la desafortunada sospecha contra los poetas, a quienes veía como decidores de dulces fantasías o mentiras. Los poetas eran en ese sentido la antítesis de los filósofos, pues encubrían la verdad en la ambigua forma de la imagen producto de los juegos verbales de éstos. Por eso en la Republica ideal los poetas no tendrían lugar alguno. Más tarde el filósofo reconoce que, si los poetas hacen compromiso social y se apartan de la mentira, pueden entrar en el Estado ideal donde el gobernante será  nada menos que un filósofo. ¡Nos libre Dios!

 

Siempre he creído que Platón lingüísticamente estaba a la zaga de los maestros de su época, sobre todo en lo que a la creación poética se refiere. Claro está que confundía el concepto “encubrir” con el concepto “metamorfosear”. Ya con Aristóteles entendimos que en realidad los  poetas no encubren la verdad, sino que la visten  o desvisten de espléndidos ropajes según sea el caso. Sin entrar en complicaciones semánticas, lo cierto es que, a partir de las diatribas de Platón contra los poetas, a estos se les miró con sospecha, pero contradictoriamente con respeto y con temor. Los poetas, a mi modo de ver, son  capaces de percibir matices de la realidad concreta o abstracta que los simples mortales y hombres de cultura y filosofía no son capaces. No me cansaré de repetir que si bien es cierta la necesidad imprescindible de la razón para asuntos racionales, para los que atañen al sentimiento (que requiere una razón distinta) la razón es un cuchillo boto. Y los poetas tienen la percepción bien afilada. Sus ojos son una especie de catalejos y microscopios simultáneos. Son capaces de penetrar las especies más acendradas y herméticas y de descubrir sus esencias definitorias, pero al carecer de un lenguaje exacto, preciso, científico, filosófico, si lo queremos así, no les queda otro remedio que el de acudir a la imagen, a la metáfora, al símil. Es en esa gama de posibilidades de selección que el poeta consigue lo que tan maliciosamente se ha denominado “originalidad”. Me río de la palabra y de la originalidad misma. Original es el barro por ser sustancia primigenia, mas el agua lo ablanda y diluye… Un poeta es capaz de desnudar la verdad y vestirla con otras galas, sin que deje de ser verdad. Un poeta es capaz de radiografiarnos de alma y cuerpo y descubrir nuestras más íntimas virtudes como nuestros más evidentes vicios. No hay duda, Platón, en cierta medida tenía razón, los poetas son de temer cuando perpetran estas actividades… Mas cuando el poeta nos hace conscientes por medio de sus juegos léxicos de la necesitad del nardo, de la urgencia de la rosa, de la perentoriedad del amor, entonces el poeta es el ser más amable y útil que espiritualmente necesitamos en nuestra experiencia vital e intelectual. Recordemos que la inteligencia no está exenta de los afectos. “El corazón tiene razones que la Razón no entiende”.

 

A todos estos pensamientos y reflexiones me movió la lectura del poemario de José Antonio Vidal, un poeta puertorriqueño nacido en el Barrio Obrero de Santurce el 9 de noviembre de 1943. Bien educado formalmente, a pesar de las paradojas del destino.

 

El poemario Vientos alisios, estampado por la editorial Los libros de la Iguana, en 2009, tiene 78 páginas en tamaño 8va. Es un cuaderno breve y enjundioso. Fiel al decir  de que “lo bueno, si breve, dos veces bueno”.

 

Estructura del poemario

 

El cuaderno está compuesto por 54 poemas escritos en diversas fechas, ocasiones y motivos. Aunque los poemas no aparecen fechados, no obstante,  por la diversidad de estados anímicos que éstos manifiestan,  se percibe que no fueron escritos teniendo en cuenta el concepto de la unidad temática. Solo aquellos titulados Heroísmo y los Héroes (Torres gemelas I y II) pueden ser fechados alrededor de los acontecimientos históricos a que aluden aquel fatídico 11 de septiembre de 2001  en Manhattan. Los demás parecen haber sido escritos cuando los estados de ánimo del autor le ofrecían el confort creativo necesario, así, pues, todos ellos, indistintamente de si destilan ironía, dolor o esperanzas, parecen logrados con la serenidad del hombre maduro que sonríe a las experiencias azarosas que se presentan cotidianamente. No empece en los poemas hay unidad de procedimiento: El contenido de la forma, o mejor la forma del contenido (Para estar de buenas con Amado Alonso y los formalistas rusos), donde la súper estructura  de las formas clásicas y modos de decir propias de las  generaciones  históricas a las que el poeta Vidal no perteneció, imponen un imperativo de excelencia y, por otro lado, exhiben su concepto del “ars poetique”.  Esa solidaridad de afinidades con el pasado inmediato y remoto, con la excelencia de todos los tiempos, no es común en los poetas contemporáneos. Su percepción del oficio de poeta como ejercicio de expresión libre puede apreciarse en su poema El verso. Dice sin titubear  y  con aparente ingenuidad:

 

Son el parto de la mente,

Son del escritor la palma,

Se les quiere como gente

Y te coronan el alma.

 

Una palabra del verso,

Ni preciosa, ni brebaje,

Si refleja el universo

Del amor será pasaje.

 

Consultará con la prosa,

Llorará en el tiempo huraño

Escribirá con la rosa,

del dolor será regaño.

 

Aún falto de virtud,

Sin tener la  mejor pluma,

Hará versos al laúd

Por la pena si te abruma

 

Escrito en cuartetas  octosilábicas cultas, aconsonantadas de rimas cruzadas, tienen el aire de la tradicionalidad  que le da a casi todas sus creaciones de esta naturaleza un élan muy particular. Este tipo de composición estrófica lo lleva también a la forma lírico-narrativa del romance tradicional que, evidentemente no le viene por fuentes populares, sino más bien por la influencia de los románticos como Bécquer, modernistas como Martí y  Darío,   los posmodernistas como Juana de Ibarbourou y, quizás en nuestro lar, por las lecturas escolares a José Gautier Benítez, Lloréns Torres y Carmelina Vizcarrondo. Esta afirmación no quiere decir que es una influencia directa, sino más bien un leve espectro del aliento del romancero mismo.

 

Otro tanto habría que decir de los 12 sonetos escandidos perfectamente por José Antonio Vidal. Contrario a lo que esperaba respecto de una factura puramente clásica, además del soneto clásico al estilo de Gracilazo, hay varios donde en vez de emplear el cuarteto puro, utiliza al serventesio, de aliento más modernista. Estos doce poemas constituyen una especie de aguas fuertes donde el poeta deja plasmada su visión irónica y crítica tanto de los azares personales como de la crítica social. El soneto Paradoja, es un fino ejemplo del aliento quevediano:

 

De los ángeles copa celestial,

Apagarás el frío de este hielo

Si dices donde vuelas y en el vuelo

Llevarás en tu pecho mi caudal.

 

La noche no responde, me da igual,

No libera de espumas este celo

Porque el pez sin la mar es paralelo

A un hondo precipicio sin final.

 

Postrado el sentimiento si acorrala

En dos veras al bien que quieres tanto,

No ves, la paradoja es antesala,

 

Despedida y partícipe del llanto,

Si adorarte fue deuda y me apuñala,

Despedirme es la puerta del quebranto.

 

Uno de los poemas mejor logrados de este exquisito poemario es el que titula El castillo de los juegos,  es un tierno y sereno apóstrofe donde el poeta pregunta al mar, por sí mismo, por el niño que vive en él, por su esencia de pureza infantil, por su niño interior herido. Es un apóstrofe y a la vez un auto consuelo, puede ser considerado como una especie de etopeya lírica en retrospectiva:

 

Mar, bogas por parajes sin tranvía.

Pregunto si volviste a ver al niño,

Su fortaleza duende, su abadía,

Caracol cincelado con armiño

Y médula novel de rebeldía.

 

¡Dime! Hay por tu vera quien oculto

tesoros vede  al capulín infante

que ajeno al sombrío hacer da indulto

a la espada y triunfa sobre el gigante.

 

Mi aventura senil no encuentra dónde

Fue el aventurado ángel palaciego,

Su embrujo y magia busco, no responde,

Y sin castillo, sin merced o conde,

No sabe el duende consumar el juego.

 

Este extraño soneto shakesperiano basta para tener en grande estima la creación poética de José Antonio Vidal.

 

Es importante señalar que indistintamente de la unidad de procedimientos respecto de las formas y estructuras, el poemario, aun en su brevedad presenta caracteres caleidoscópicos, de momento algún poema en particular, totalmente distinto al canon general te sorprende intelectual y anímicamente. Este es el caso del breve poema epigramático titulado Carbón donde el poeta con tono casi olímpico sentencia:

 

La gente gime, del portento habla,

Respinga el culto desangrando al nimio

Y trae dentro la severa tabla

Donde saliva su fagot de simio.

 

¡Oh!, carbonero, en tu carbón pernocto,

abrazo el bulto que rechaza el docto. (p.66)

 

El poema resulta hermético dada la ambigüedad y síntesis de la estructura, así  como de la combinación de significantes que crean un significado probablemente contradictorio… ¡Eso es el poema, una tensión de fuerzas que explotan la burbuja de la imaginación del lector! Dentro de este estilo se inscriben, además, los dos poemas que se refieren a los sucesos del fatídico 11 de septiembre de 2001, ya aludidos (p.70-71).

 

En fin, bien pensado, Vientos alisios revelan a un poeta de temple y sentimientos bien fraguados, conocedor del oficio del poeta, sabe combinar y seleccionar las camaleónicas palabras, y fijar con almizcle de equilibrio la belleza que logra conseguir con el juego combinatorio de múltiples posibilidades. Anímicamente, temáticamente, Vidal no es un poeta de lloriqueos trasnochados, de plantos por la patria irredenta o por el amor perdido. Sin embargo no renuncia a la sutil ironía y crítica mordaz contra los poderosos e insensibles explotadores que solo tienen ojos para sí mismos y pasan de largo ante la miseria humana olvidándose de la caridad.  (Véase el poema Un don impoluto p.67-68). Por eso el mensaje de la justicia social, expuesto a sotto voce se hace más evidente y directo. No hay duda de que Vidal es un maestro de la sutil ironía  y las formas populares y tradicionales como la copla y el romance se avienen excelentemente a sus intenciones  de reclamo de justicia para los depauperados. Por otro lado hay que señalar que sus poemas como expresión personal no ventilan sus angustias amorosas ni sus dificultades existenciales…  Respecto del manejo del lenguaje habría que apuntar que Vidal domina un universo léxico-semántico selecto sin caer en las exageraciones y cursilerías de muchos poetas académicos. Su léxico es selecto, sin complicaciones y rehuye a la chabacanería. No hay acritud en su universo poemático. José Antonio Vidal es un poeta que ha sabido mantener el equilibrio entre lo viejo y lo nuevo… Sus vientos huracanados se dulcificaron en sus versos convirtiéndose en sutiles y refrescantes Vientos alisios…

 

Muchas Gracias…


 

[1] Ed. Libros de la Iguana, San Juan de Puerto Rico, 2009, 78 pág.

 

 

 

 

 

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